Un año después de la cirugía que cambio mi vida

Se aproxima la fecha del aniversario de esa media cirugía a la que me sometí, esa cirugía por la que no esperaba haber tenido que pasar.

Tengo 36 años y tetralogía de Fallot.

En el paso de cardiología infantil hacia congénitas del adulto, me quedé en el limbo. Estuve un par de años sin hacer revisiones, pero a través de mi médico de cabecera, me derivaron a cardiología de mi hospital de referencia.

Hace unos años, fui notando como mi cuerpo se cansaba cada vez más, como se complicaba conseguir subir un tramo de escaleras o como era imposible caminar y mantener una conversación a la vez.

Por todo esto, terminé en las urgencias de un hospital, donde ya empezaron a intuir que algo estaba pasando… el ventrículo derecho estaba bastante dilatado…

Gracias a mi cardióloga Rosalía y a Celia, mi enfermera de cardiología infantil que me conoce desde que nací, me gestionaron la consulta con cardiopatías congénitas en La Paz.

Allí fue donde empezaron a hacerme más pruebas y en la primera consulta me dieron la noticia… Hay que operar, necesitas una válvula pulmonar. En ese momento no llegas a asimilar todo lo que te están diciendo, toca pasar nuevamente por quirófano y no creo que a nadie le haga ilusión esa idea…

Después supe que lo habitual en un Fallot es operar en la edad adulta para realizar una valvulación pulmonar, pero como yo me salté unas cuantas revisiones, nadie me lo había dicho antes…

Tras varios meses de espera, varias pruebas y visitas al cardiólogo, llega el momento del cateterismo previo para la operación. El tiempo pasa y el día de la operación se acerca.

Por fin llega el esperado día, con muchos nervios, ingreso un domingo por la tarde intentando apurar al máximo las horas antes de entrar.

La cirugía estaba programada para el martes, ese martes 3 de abril que habrá quedado grabado para siempre en la memoria de muchos. Al inicio de la operación, se produjo un sangrado y tras intentar optar por el plan B, una hemorragia interna. En ese momento todo el planteamiento inicial, cambió. Ahora el objetivo era salir con vida del quirófano y no perder la pierna derecha.

Cuando desperté al día siguiente, me extrañé por no tener los drenajes. Algo había pasado, pero nadie me quería decir nada, hasta que a alguien se le escapó, no te han podido operar… Aquello cayó sobre mí como un gran jarro de agua helada, después me visitaron todos los cirujanos y me explicaron un poco lo sucedido.

En este momento solo había dos opciones, hundirme o luchar por recuperarme y coger fuerzas para afrontar la siguiente operación. La elección fue clara.

El destino no quiso que el camino fuera sencillo, tras el paso por quirófano, me traje una bacteria que me obligó a pasar catorce días en tratamiento con antibiótico.

Pasados dos meses, volví a enfrentarme nuevamente al bisturí. En esta ocasión, con mucho más miedo, aunque menos nervioso.

Fueron once interminables horas de operación, donde esta vez sí se consiguió realizar el cambio de válvula y cerrar una CIV.

Desperté en la REA donde hacía unos meses que había estado, por lo que ya me conocían.

La primera sensación que tuve fue notar como mi corazón latía diferente. Esta vez sí que estaba lleno de tubos y la operación había resultado un éxito.

Tras casi una semana, me subieron a planta. Allí empezaba el camino de la recuperación… Al día siguiente ya estaba paseando por los pasillos y unos días más tarde, probando a subir escaleras…

Poco tiempo después, Luz me dio el alta. Me iba para casa y aunque tenía muchas ganas, perdía la protección que te ofrece estar en el hospital.

Ya en casa, comencé con una rutina de salir a pasear todos los días aumentando cada día un poco más las distancias. Incluso hacía bicicleta estática para mejorar la recuperación.

Aquí llegaron 6 largos meses de baja, donde me esforzaba por llegar cada día más lejos hasta el punto que a día de hoy puedo salir a pasear en bicicleta, cosa que unos años antes era completamente impensable.

Enfrentarme a una situación así, me ha hecho ver la vida de otra forma.  No merece la pena preocuparnos por las cosas materiales, hay que disfrutar de cada día y ser valientes para arriesgar y triunfar. Nadie dijo que nuestras vidas fueran a ser fáciles, pero tampoco tenemos que complicarlas nosotros.

Quiero aprovechar esta oportunidad para agradecer la gran labor que realiza todo el equipo de cardiopatías congénitas de La Paz, desde las consultas hasta la cirugía.

Y gracias también a los maestros del bisturí por tomar la decisión correcta en un momento tan crítico.

 Raúl Ramírez

Tetralogía de Fallot

3 de Abril 2019